Fabián Tarrío, presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), opinó para Télam sobre la importancia de la industria nacional, al celebrarse hoy el Día de la Industria:
La industria argentina comenzó a repuntar y eso es muy positivo. Después de 21 meses consecutivos de caída, la actividad manufacturera de las pymes creció 0,6% anual en julio. El crecimiento es muy incipiente, cierto, y no llega a todas las industrias por igual, porque sólo 4 de cada 10 están en ese proceso. Pero parece ser el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento, que impulsado por la agroindustria, el sector automotriz y la obra pública, se irá derramando a toda la economía.
Empezar a crecer es importante y hasta ahora una prioridad. Sin embargo, en la medida que ese crecimiento se afirme, Argentina no debería volver a dejar pasar la oportunidad de plantearse qué tipo de industria quiere construir. Los ciclos expansivos son el momento justo para afinar y aplicar políticas a mediano y largo plazo.
Sabemos que el país no ha logrado constituirse industrialmente. En los años kirchneristas abrieron miles de fábricas nuevas y la industria volvió a generar empleo y ocupar un lugar. Pero ocurrió bajo el ala de un tipo de cambio alto, de un mundo que crecía fuerte, de precios agrícolas elevados que derramaban ingresos hacia el resto de los sectores.
Cuando todo eso se opacó, nuevamente la industria sintió el coletazo. porque está montada sobre una estructura de costos excesivamente alta y predominan empresas con una posición tecnológica muy baja que la alejan de la calidad y competitividad que requiere tanto el mundo como el mismo mercado interno.
¿De qué se trata el debate pendiente? Lo primero es establecer que el país necesita una política industrial con continuidad, que no responda a gobiernos de turno o intereses dominantes y que sea consensuada entre distintos sectores económicos.
En segundo lugar, las pymes deben ser el principal destinatario de esas políticas, porque son las que mejor están capacitadas para adaptarse a los cambios rápidos que impone el mundo moderno, las que lideran las innovaciones, las que generan el empleo y distribuyen la riqueza.
Sobre esos principios, hay muchos temas por discutir. El primero es cómo bajar los costos asociados a factores externos.
Hay responsabilidad de los gobiernos (en sus tres niveles) en reducir los costos del transporte, los costos de la energía, los costos impositivos, los costos laborales, los costos financieros. También en aumentar la oferta de crédito para inversión productiva, en articular mejor los programas públicos y en generar programas de educación terciaria y universitaria donde se capacite a las nuevas generaciones en los oficios que hoy demanda la industria y en aquellos que demandará en un futuro.
A la vez, hay responsabilidad del empresario en comenzar a invertir en desarrollar capacidades tecnológicas propias, en incorporar nuevos diseños, en darle eficiencia a los procesos internos de la empresa (producción, gestión y comercialización), en asistir a ferias y congresos donde puedan conocer los nuevos desarrollos del sector. En dejar de ser pasivos frente a los avances tecnológicos y tomar un rol activo.
Argentina tiene un déficit industrial altísimo. Sólo en el primer trimestre de 2017 se registró un rojo comercial industrial de US$ 8.200 millones y en 2016 fue de US$ 30.000 millones. Esos números, que desde hace muchos años nos persiguen, se generan especialmente en la industria automotriz y en la importación de bienes de capital donde la falta de tecnología local vuelve a la Argentina dependiente del mundo. Pero nos marcan las limitaciones del país para exportar y para autoabastecerse con su industria.
Hay temor entre ciertos industriales a modernizarse: en aumentar la capacidad productiva y no tener luego mercado donde vender.
Por eso nuevamente es importante el rol del Estado en ayudar a bajar los costos de producción, en trabajar con los empresarios para abrir mercados externos, o negociar mejores acuerdos comerciales para que otros países no nos desplacen tan fácilmente, en aumentar las sólo 12.000 pymes exportadoras y lograr más industrias y comercializadores internacionales.
La industria del mundo se mueve velozmente. Los desarrollos tecnológicos avanzan más y más rápido. Las empresas van robotizando sus procesos productivos, y la diferenciación comienza a pasar no sólo por la producción en sí, sino por el diseño o la capacidad de comercialización.
Argentina tiene un núcleo de pymes muy modernas que están en línea con esta industria dinámica de los países desarrollados. Son muy pocas, pero dan muestra de que podemos lograrlo.
Juntos, el sector público y privado, podemos hacer que el resto de los sectores se sumen en esta dirección.