En términos generales, el momento es desesperante. Estamos todos en la misma tormenta, pero en embarcaciones distintas. Existen muchísimas variables que hacen que no todas las ramas de la industria se comporten de la misma manera, por lo tanto, tenemos que considerarlas en una media que contempla tres años de recesión, con una inflación cercana al 50 % promedio, y tasas de interés, impuestos y servicios impagables.
Hoy seguimos en las mismas circunstancias, más el agravante de la pandemia. Además del estado ya descripto, se agregaron impensables situaciones que hicieron casi imposible la actividad industrial pyme como la terrible recesión, que se produjo por la baja del consumo, la imposibilidad de trabajar de muchas empresas con industrias paradas en el 100 % de su actividad, la prohibición de despidos, el pago de doble indemnización, entre otras cuestiones. Las industrias que pudieron trabajar lo están haciendo ocupando solo el 30 % de su capacidad, con un aumento de sus costos por traslado de su personal, implementación de protocolos, pagos de salarios caídos de sus trabajadores que tienen impedimentos para concurrir a sus puestos, pudiendo enumerar muchísimos temas más.
Pero tenemos fe. Queremos trabajar y seguir dando trabajo digno y calificado. Por ello necesitamos realizar acuerdos estratégicos con todos los eslabones de las cadenas de valor, incluyendo al Estado, a nuestros colaboradores representados por los gremios industriales, y al sistema financiero.
Para ello, los temas de la agenda industrial pyme, en primer lugar, tienen que contemplar una reforma impositiva general donde se tengan en cuenta los impuestos nacionales, provinciales y municipales. No podemos tener cerca de 160 impuestos que, no solo son onerosos de por sí, sino que son sumamente costosos en su implementación por la carga administrativa que implican tanto a las empresas como al Estado. Nuestra intención no es desfinanciar al Estado, queremos aumentar la masa de empresa que paguen menor carga tributaria (hoy cerca del 50 %).
Con respecto al tema laboral, debemos considerar que por estadísticas oficiales el 50 % de los trabajadores son no declarados, lo que conlleva la imposibilidad de tener todos los beneficios que tendrían trabajando de forma oficial. Esto nos está demostrando que algo no funciona bien con el sistema, teniendo que tener en cuenta muchos factores, como por ejemplo el conflictivo sistema de desafección de empleados, un sistema de ART con múltiples falencias tanto para empleado como empleador, con convenios colectivos envejecidos e inoperantes con una antigüedad de más de 30 años sin modificar. No queremos cercenar ninguna mejora conseguida y menos salarial, queremos que nuestros trabajadores tengan el mejor salario posible, pues ellos son nuestros consumidores y los que desarrollan el mercado interno, la fuente económica de nuestras empresas.
Necesitamos un sistema financiero que priorice la inversión, que se ponga al servicio de la producción, de la tecnificación de las empresas, del desarrollo con mayor inversión en I + D para poder estar a la altura de las empresas del mundo tecnológicamente, ser más competitivas y abastecer el mercado interno fomentando las exportaciones con mayor valor agregado.
Uno de los temas que afloraron a partir de la pandemia, más allá del problema sanitario, fue la gran concentración industrial del AMBA provocando gran desabastecimiento de productos en el resto del país. Para dar respuesta a esto, es fundamental trabajar para que se industrialice todo el país con incentivos permanentes, buscando las oportunidades económicas de cada región, elaborando en origen las producciones primarias y agregándoles el mayor valor posible. De esta forma, también evitamos las migraciones internas que han perjudicado a nuestra población.
El Estado, en esta etapa de reconstrucción del entramado industrial, tiene que ser el gran generador del desarrollo con una fuerte política de inversión en la construcción de viviendas y obras de arquitectura, poniendo en marcha un verdadero y completo programa de Compre Nacional bien ejecutado, y un plan de reequipamiento de las fuerzas armadas.
Hay mucho para hacer. Desde CAME Industrial estamos dispuestos a trabajar, pero tenemos que hacerlo con todos. Entre todas las pymes industriales pondremos hasta el último esfuerzo. No podemos continuar perdiendo empresas, al contrario, tenemos que ser más, pero con medidas claras que persistan en el tiempo. Necesitamos leyes que se cumplan, seguridad jurídica y, especialmente, una política de capacitación acorde con los requerimientos de las industrias y de los tiempos actuales.
Es necesario e imprescindible que estos conceptos y muchos más se integren en una Ley de Desarrollo Integral de las Pymes.
Las pymes industriales somos competitivas por utilización de tecnologías. Y las que todavía no las poseen, sacrifican rentabilidad, pues competimos fuertemente en el mercado y no somos FORMADORES DE PRECIOS.
Estamos dispuestos, como siempre lo hicimos, a seguir acompañando en esta tarea de reconstrucción. Este es el momento de los cambios que la industria y la Argentina necesitan para que podamos insertarnos en el mundo con nuestros productos.
Nota elaborada por Carlos Venier, responsable del sector Industria de CAME